J
JoseK
Invitado
Después de mirar sus fotos durante la semana, decidí llamarla el viernes en la tarde. Le marqué medio desmotivado porque el 90% de las prepagos de esta ciudad te trata bien por teléfono, pero personalmente son un fiasco: o no son la de las fotos o las fotos son más retoque que foto, o todo les duele, o todo les molesta o simplemente quieren que les pagués y terminar rápido, siempre están de afán. De cualquier manera me arriesgué.
Isis atiende en un apartamento en Laureles. Primer punto a favor. No es el típico sitio de prepago que ya todo el mundo conoce: olor a canela o a ambientador ordinario, cortinas rojas que tapan la luz, cuarto oscuro con el baño afuera y voces que se sienten a través de las paredes. A diferencia de esos lugares a los que ya estamos acostumbrados, el apartamento de Isis queda en el último piso de un edificio casi vacío, tiene parqueadero y un balcón enorme, por eso es tan iluminado. El cuarto tiene baño dentro y todo parece limpio. Da la impresión de estar visitando a una amiga y no a una prepago.
Toqué la puerta. El sonido de los tacones me empezó a poner nervioso y expectante al mismo tiempo. Cuando me abrió, me quedé boquiabierto. Es justamente el tipo de mujer que me quedaría mirando en un bar o en un restaurante. Creo que hasta se me notó que estaba nervioso. Ella tenía una bata medio escotada y unos tacones negros. Me calmé un poco cuando la noté a ella también medio nerviosa. Pasamos al cuarto. Cuando entramos, me empezó a hacer preguntas torpes, como de dónde venía, si desde muy lejos, que qué música me gustaba. En fin, las cosas que dos desconocidos preguntan cuando no saben de qué hablar.
Puso la música que le pedí, me dio la espalda y se quitó la bata. Ahí ya no podía creer lo que estaba a punto de comerme. Ella llevaba puesta la misma ropa interior roja de las fotos. Se acercó y me empezó a besar. La boca le olía y le sabía a menta. La piel era suave. Mientras me besaba, me metía la mano en los bóxer. Me desvistió y nos seguimos besando en la cama. Me chupó el cuello, me mordió los pezones y siguió bajando. Me lo empezó a mamar. En ese punto ya estaba tan cómodo que solo faltaba confirmar una cosa para que todo fuera perfecto. Le pedí que girara y se pusiera en 69. Como no me gusta hacer sexo oral, solo le pasé la mano por la vagina. Estaba mojada. Mojadísima. Cuanto más la tocaba, más se mojaba. Eso nunca me había pasado con una prepago: casi todas o son secas o usan esos lubricantes blancos transparentosos que parecen escupas. Isis no. Estaba mojada de verdad.
Apenas sentí que ya me iba a venir, paré. Me puse el condón y empezó a cabalgar. Verla sentada encima de mí era una fantasía: los senos enormes, la piel bronceada, chuparle los pezones. Ella respiraba cada vez más fuerte. Le pasé la mano por el clítoris y la sentí más mojada que antes. La cogí del cuello y la llevé hacia mí: quería que me besara. Así estuvimos hasta que no pude aguantar más. Sin embargo, había otra cosa que quería hacer. Paré y la puse en cuatro. Fue la mejor idea que tuve. En el culo tiene la marca del bronceado, la marca de la tanga. Eso me excitó todavía más. Me agarré de ese culo y me vine con el placer que ninguna otra prepago actual me ha dado.
Llevo un rato en esto y he tenido la suerte de catar a las más capos de este negocio, a esas que ya no se encuentran en ninguna página: Andrea madura, Diana, Salomé (la madura paisa, no la venezolana). Sin duda, Isis va a formar parte de ese grupo. Es solo darle tiempo al tiempo.
Isis atiende en un apartamento en Laureles. Primer punto a favor. No es el típico sitio de prepago que ya todo el mundo conoce: olor a canela o a ambientador ordinario, cortinas rojas que tapan la luz, cuarto oscuro con el baño afuera y voces que se sienten a través de las paredes. A diferencia de esos lugares a los que ya estamos acostumbrados, el apartamento de Isis queda en el último piso de un edificio casi vacío, tiene parqueadero y un balcón enorme, por eso es tan iluminado. El cuarto tiene baño dentro y todo parece limpio. Da la impresión de estar visitando a una amiga y no a una prepago.
Toqué la puerta. El sonido de los tacones me empezó a poner nervioso y expectante al mismo tiempo. Cuando me abrió, me quedé boquiabierto. Es justamente el tipo de mujer que me quedaría mirando en un bar o en un restaurante. Creo que hasta se me notó que estaba nervioso. Ella tenía una bata medio escotada y unos tacones negros. Me calmé un poco cuando la noté a ella también medio nerviosa. Pasamos al cuarto. Cuando entramos, me empezó a hacer preguntas torpes, como de dónde venía, si desde muy lejos, que qué música me gustaba. En fin, las cosas que dos desconocidos preguntan cuando no saben de qué hablar.
Puso la música que le pedí, me dio la espalda y se quitó la bata. Ahí ya no podía creer lo que estaba a punto de comerme. Ella llevaba puesta la misma ropa interior roja de las fotos. Se acercó y me empezó a besar. La boca le olía y le sabía a menta. La piel era suave. Mientras me besaba, me metía la mano en los bóxer. Me desvistió y nos seguimos besando en la cama. Me chupó el cuello, me mordió los pezones y siguió bajando. Me lo empezó a mamar. En ese punto ya estaba tan cómodo que solo faltaba confirmar una cosa para que todo fuera perfecto. Le pedí que girara y se pusiera en 69. Como no me gusta hacer sexo oral, solo le pasé la mano por la vagina. Estaba mojada. Mojadísima. Cuanto más la tocaba, más se mojaba. Eso nunca me había pasado con una prepago: casi todas o son secas o usan esos lubricantes blancos transparentosos que parecen escupas. Isis no. Estaba mojada de verdad.
Apenas sentí que ya me iba a venir, paré. Me puse el condón y empezó a cabalgar. Verla sentada encima de mí era una fantasía: los senos enormes, la piel bronceada, chuparle los pezones. Ella respiraba cada vez más fuerte. Le pasé la mano por el clítoris y la sentí más mojada que antes. La cogí del cuello y la llevé hacia mí: quería que me besara. Así estuvimos hasta que no pude aguantar más. Sin embargo, había otra cosa que quería hacer. Paré y la puse en cuatro. Fue la mejor idea que tuve. En el culo tiene la marca del bronceado, la marca de la tanga. Eso me excitó todavía más. Me agarré de ese culo y me vine con el placer que ninguna otra prepago actual me ha dado.
Llevo un rato en esto y he tenido la suerte de catar a las más capos de este negocio, a esas que ya no se encuentran en ninguna página: Andrea madura, Diana, Salomé (la madura paisa, no la venezolana). Sin duda, Isis va a formar parte de ese grupo. Es solo darle tiempo al tiempo.
- Rostro
- 5,00 estrella(s)
- Cuerpo
- 5,00 estrella(s)
- Actitud
- 5,00 estrella(s)
- Oral
- 5,00 estrella(s)
- Desempeño Sexual
- 5,00 estrella(s)
- ¿Recomienda?
- Sí, repetería