Las personas que cometen actos atroces como el abuso a pacientes en estado vegetativo, como en el caso de Nathan Sutherland, a menudo no solo revelan una profunda quiebra moral, sino también posibles trastornos psicológicos o déficits empáticos graves que requieren atención clínica urgente. Aunque nada justifica tales crímenes, es fundamental entender que algunos individuos pueden tener impulsos desordenados, distorsiones cognitivas o traumas no tratados que los llevan a deshumanizar a otros y actuar de forma inaceptable. Para prevenir estas tragedias, es vital fomentar espacios de salud mental accesibles, evaluaciones psicológicas frecuentes en entornos sensibles como hospitales y clínicas, y programas de formación ética intensiva. La sociedad debe ir más allá del castigo, apostando también por la prevención: identificar, tratar y reeducar a quienes muestren señales de riesgo, antes de que sus impulsos se traduzcan en daño irreversible.
